La semana pasada un amigo me recomendó el sitio Our World in Data. La misión de esta página es compartir investigaciones y datos relacionados a los mayores problemas del mundo, como la pobreza, el hambre, el cambio climático y la desigualdad.

Una de las investigaciones sobre mujeres y trabajo, analiza qué es lo que determina la participación de las mujeres en la economía. No me sorprende leer que el trabajo de cuidado no remunerado es una de las variables más determinantes.

En casi todos los países del mundo, es más factible que los hombres participen en los mercados laborales que las mujeres. La buena noticia es que esta diferencia de género ha ido disminuyendo sustancialmente en los últimos 50 años.

Para entender estos cambios, es importante primero conceptualizar el contexto. Para que las mujeres participen en el mercado laboral, ellas deben primero tener el tiempo y la oportunidad de hacerlo. Al analizar en líneas generales la ocupación del tiempo de las mujeres, se observa que en todo el mundo, las mujeres tienden a utilizar una cantidad sustancialmente mayor en actividades de trabajo no remunerado, que caen fuera de los límites de la producción económica tradicional.

En promedio, las mujeres pasan de 3 a 6 horas por día en trabajo no remunerado, mientras los hombres pasan entre 0.5 y 2 horas en estas actividades. Si sumamos el trabajo no remunerado y el trabajo remunerado, las mujeres tienden a trabajar más que los hombres, en promedio 2.6 horas extras por semana.

El siguiente gráfico muestra estos ratios.

Entonces, no es sorprendente que los factores que generan el cambio en la participación laboral sean las mejoras en la salud maternal, la reducción en el número de niños, la provisión de cuidados de niños o las mejoras en la tecnología del hogar. Como la ocupación del tiempo está relacionado con el género, la participación de las mujeres tiende a incrementarse cuando el tiempo y costo de los trabajos no remunerados es reducido, es compartido con los hombres, o se hace más compatible con el mercado laboral.

Este análisis no intenta quitarle importancia al trabajo de cuidado no remunerado, ya que es fundamental, aunque separado, de las actividades económicas, y el hecho de que sea omitido de las estadísticas de los países es un punto de debate.

De todas formas, la pregunta es: Porqué las mujeres realizan un cantidad desproporcionada de trabajo de cuidados no remunerados? A pesar de que el uso del tiempo debería ser una elección, la evidencia muestra que las normas sociales juegan un papel muy importante en determinar los roles de género, y por consecuencia, el uso de tiempo.

Algunos argumentan que existe una distribución natural de los roles de género: las mujeres son más adecuadas para tareas domésticas y las responsabilidades relacionadas con los niños, mientras que los hombres son más adecuados para trabajar fuera de la casa. Estos argumentos no tienen evidencia y además perpetúan el status quo que limita las elecciones de ambos, hombres y mujeres. En cambio, se sabe que las normas sociales y la cultura influencian en la forma que vemos al mundo y nuestro rol en él. Por ende, hay muy poca duda sobre que los roles de género han sido construidos socialmente.

Estas normas sociales podrían tener origen en culturas basadas en la agricultura con arado, y pueden haber sido perpetradas con algunas restricciones laborales más modernas, como por ejemplo, la prohibición de trabajo para las mujeres casadas en Estados Unidos.

Pero incluso luego de que estas restricciones se levantaron y se implementaron protecciones legales, la discriminación y los prejuicios persisten hasta ahora. Por ejemplo, podemos ver el impacto que tuvo la adopción de audiciones a ciegas en las orquestas. La investigación de Goldin and Rouse muestra que usando una pantalla para ocultar la identidad de los candidatos, incrementó el número de mujeres en las orquestas en un 25% entre 1970 y 1996.

Entonces, cómo hacemos para cambiar esas normas? Las investigaciones en este area demuestran que los procesos de aprendizaje intergeneracionales, la exposición a normas alternativas y los movimientos de activismo de mujeres, pueden influir en estas normas.

No es la esperanza la que genera el cambio, sino el cambio que genera la esperanza. Considero que el primer paso es comenzar, o mejor dicho, continuar esta conversación, desafiar nuestras propias creencias y encontrar nuevos modelos, basados en las necesidades y posibilidades familiares.

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