Abril.

El mes en que falleció mi padre, Carlos. El fue ejemplo para mucha gente, no solo para sus hijos, sobre la importancia de la familia, de los amigos, de disfrutar la vida y de ayudar a los demás. También muchos lo recuerdan por sus ideas locas y porque vivió su vida según sus propias reglas.

Podría contarles lo difícil que es perder a alguien a la distancia. O atravesar un duelo y una cuarentena por epidemia en simultáneo. Pero hoy quiero concentrarme en el dolor por una pérdida.

Una pérdida que puede estar relacionada a la muerte de un ser querido, pero también a una mudanza, a una orden de cuarentena, o al cambio de rutina cuando nos convertimos en madres.

Aferrarse a la persona que eras antes de que un evento inesperado irrumpa en tu rutina. Extrañar la sensación de seguridad de poder levantar el teléfono para hablar con un ser querido o de tomar un avión en el caso de una emergencia. La libertad de llamar a una amiga y reunirte a tomar un café, y reír sobre las dificultades cotidianas, o soñar en hacer de este mundo un lugar mejor. O la opción de decidir si quieres dormir toda la noche de corrido.
Este dolor relacionado a una pérdida es similar en esencia, aunque no en intensidad en los diferentes casos.
Lo que causa dolor es saber que no se puede volver atrás, y ser la misma persona que eras. Y cuando uno se aferra, inevitablemente se enceguece hacia las nuevas posibilidades que la vida te presenta.

Les comparto un ejemplo reciente. Soy líder regional de una red de Lean In llamada Women in Silicon Valley. A principio de año nos reunimos con la cofundadora, Irma Zoepf, a programar las reuniones del año, que incluían 4 talleres de diferentes temas, entre ellos, un taller sobre Productividad y Manejo del Tiempo. El taller estaba programado para realizarlo de forma presencial a mediados de Marzo y con una duración de dos horas. El contenido estaba listo y hasta habíamos realizado pruebas técnicas en un salón de usos múltiples, que estaba reservado y pagado.
Y nos sorprendió la pandemia.
La primera reacción fue cancelar todo, y por supuesto deprimirnos. Pero luego evaluamos nuestras posibilidades y decidimos adaptar el contenido para formato webinar, y así el 1° de Abril lanzamos nuestro primer webinar.
A partir de este webinar, se nos abrieron muchas oportunidades.
Concentrarse en lo que no puede ser, y soñar despiertos sobre lo que podría haber sido nos pone con la mentalidad incorrecta y no vemos las nuevas posibilidades que se nos presentan.

Sheryl Sandberd, en su libro Option B, describe cómo afrontar la adversidad, desarrollar la resiliencia y alcanzar la felicidad.

Para escribir este libro se basó en su propia experiencia de perder a su marido repentinamente. Luego de un evento traumático, algunas personas desarrollan ansiedad o depresión. Otras son más resilientes y vuelven a su estado emocional antes del suceso. Un tercer grupo crece. Este crecimiento puede darse en varias formas, como, por ejemplo, tener relaciones más profundas, encontrar el sentido a la vida o descubrir nuevas posibilidades.

Las investigaciones han demostrado que no nacemos con una cantidad determinada de resiliencia, sino que esta es un músculo que todos podemos desarrollar.


Más allá de las incomodidades de quedarse en casa, intento enfocarme en las cosas positivas que surgen en esta pandemia.

  • La naturaleza respira.
  • Mis hijos aprendieron a hacer pan.
  • Aprendí a hacer origami. Nivel Uno. Y a hacer fideos caseros, Nivel Nona Isabel (abuela paterna). Aunque me faltan críticos calificados que avalen semejante afirmación.
  • Me interioricé en el aprendizaje académico de mis hijos.
  • Por primera vez, salimos los cuatro integrantes de mi familia a pasear en bicicleta por el barrio.
Estoy convencida de que frente a esta pandemia saldremos fortalecidos, y evolucionaremos como humanidad.
Mientras tanto, no importa si la copa está medio llena o medio vacía, claramente hay espacio para más vino.